viernes, 14 de marzo de 2014

Las odiosas comparaciones.

Desde que nacemos la gente no para de compararnos. Al principio es algo inocente como: "-Tiene los ojos del padre y el pelo de la madre" o "-Es igual que su madre" dicho con una ternura mirando al recién nacido. Después, conforme vamos creciendo, la ternura se va evaporando y empiezan a compararnos, la mayoría de las veces, por los defectos. Y, al final, nos dicen: "-Eres igual que tu padre" con desprecio en la voz y ira en la mirada. Llega un punto en el cual, de tantas veces que nos lo han dicho, lo creeremos. Pero es mentira; cada persona es única, con sus defectos y cualidades: ÚNICA.

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